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La llegada de la simpática familia nos alegraba a todos, pues el ambiente se impregnaba de risas y música durante los dos o tres días que pasaban en la ciudad.
Con esa generosidad que caracteriza al campesino, llenaban nuestra cocina con toda suerte de víveres, frutas, y hasta botellas con agrio de naranja y ramitas de orégano. (Creo que de ahí me nace la afición por pintar bodegones). Mamá a su vez, les enviaba el día de su llegada, bandejas con abundante comida para todos.
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